Vivir es ir dejando rastros, aunque sean modestos, en la estrecha línea del tiempo que nos ha sido concedida. Al desaparecer, estas huellas acaban convirtiéndose en acontecimientos para quienes un día nos conocieron y todavía nos recuerdan o, quizás, en descubrimientos en el caso, en general infrecuente, de que nuestros hechos, gestas y miserias aún merezcan la curiosidad ajena. La vida de Manuel Chaves Nogales (1897-1944) fue tan corta como intensa. Al periodista sevillano, el mejor de su tiempo y uno de los grandes del oficio del siglo pasado, le tocó nacer en una Andalucía provinciana que, aunque contaba con prodigiosos heterodoxos, subsistía presa del subdesarrollo y de la herencia cultural propia de una sociedad agraria. Igual que tantos otros escritores del Sur, Chaves tuvo que irse a Madrid, previo paso por Córdoba, para hacer carrera en su oficio. Participó en dos importantes cabeceras de tu tiempo –Heraldo de Madrid y el diario Ahora, que concibió y del que fue subdirector–, deslumbró en el género del gran reportaje con sus viajes en avión o sus incursiones en la política europea de su tiempo; vio nacer y morir la República, sufrió el exilio (en Francia, primero; en Inglaterra, más tarde) y acabó falleciendo cuando, además de trabajar a favor del bando aliado, soñaba con crear una red de artículos con la prensa americana para retomar su independencia.
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