Pepote Rodríguez de la Borbolla, maestro en el arte de marinear en las procelosas aguas indígenas, me contó hace tiempo que la sociedad sevillana está compuesta por una serie de círculos cerrados en oposición mutua que, sin embargo, se tocan entre sí en algún punto determinado. Si se dominan las zonas concretas de intersección entre ellos, que pueden ser sitios, personas o intereses compartidos, se puede llegar a dominar la ciudad entera sin esfuerzo. Es una teoría bastante exacta de la difusa y singular articulación social de la Sevilla oficial, que tiene mucho de estructuralista sin saber muy bien en qué consiste el estructuralismo. Cada uno de los círculos del mosaico de Sevilla, por lo general, se cree único e incuestionable. Su valoración sobre sí mismo es alta y condescendiente. Algo que se debe, sobre todo, al elemento de cohesión interna que los define: la oposición frente a lo diferente, sea en el orden personal o profesional. Sevilla es una ciudad que finge ser abierta sólo para disimular su verdadera alma, mayormente tribal.
La Noria del sábado en El Mundo.
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