Cada vez que aumenta el ruido ambiental sobre una hipotética anulación de la sentencia de los ERE, ya sea por la vía del indulto (sin gracia) o mediante un recurso de súplica ante el Constitucional, convertido en el fiel de una balanza –la de la Justicia– que en España está contaminada por la política, vemos al Quirinale dar orden a sus delegados en la calle San Fernando para que muestren su indignación y expresen su escándalo por la posibilidad de que lo que han resuelto los jueces lo deshagan los políticos (jueces). Un espectáculo inmoral que evidencia la hipocresía que, mañana, tarde y noche, acompaña a nuestros ilustres próceres. Molière, el dramaturgo francés, decía que la costumbre de fingir y predicar aquello que no se practica es la peor de las maldades, el más abyecto de los vicios humanos, pues sacrifica los principios e intereses generales en función de la conveniencia partidaria.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.