“Un pobre nunca es libre porque en todos sitios es un siervo”, escribió Voltaire. La frase retrata, con una claridad no exenta de cierta piedad irónica, el naufragio moral del socialismo indígena a medida que se aproxima la hora de la investidura del Insomne y la nave España entra en Terra Incognita: la galaxia desconstituyente. Tras las advertencias de los históricos de de Suresnes, muy mal recibidas en Ferraz y peor encajadas en la calle San Vicente, donde el Quietista intenta contraprogramar a los patriarcas con Escuredo (Rafael), que dejó la presidencia de la Junta socialista in illo tempore pero no ha dejado de cobrar –vía Consejo Consultivo– de esa misma fuente nutricia hasta este año, al que más tarde se sumó Yáñez (Luis), que arrastra a más multitudes que el flautista de Hamelín, la Autoridad Competente (militar, por supuesto) ha instando a los jefes de escuadra provinciales a rubricar un rendido manifiesto en apoyo de los caprichos del Sire. ¿Cuáles? Nadie lo sabe, pero da lo mismo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.