La financiación autonómica, ese sudoku imposible, es como el juego de la mosqueta: un asunto de trileros. Tratándose de dineros –en plural, como se escribía en el Siglo de Oro, cuando las riquezas coloniales terminaban en los sacos de los banqueros del norte de Europa, a los que la Corona debía hasta el paño que gastaba el correspondiente monarca– hay que dar por supuesto que todos los actores de la trama mienten. Sobre todo aquellos que, como los políticos vascos, navarros y los nacionalistas catalanes, intentan solucionar lo suyo, que en realidad es lo nuestro, sin sentarse en la mesa común y apelando a la famosa bilateralidad.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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