Que la ficción gobierna el mundo es tan cierto como que la existencia cotidiana está construida sobre una inmensa montaña de mentiras. En especial, la vida pública. La primera fábula, de la que emanan las demás, igual que los círculos concéntricos del infierno del Dante, es el poder que, con independencia de sus sucesivos ropajes y disfraces, siempre aspira al absolutismo, aunque sea camuflado. La dialéctica social, como la biología, suele estar aderezada de matices, pero responde a una lógica tan auténtica como primaria: uno es rey o esclavo. No hay más. Los grises son adornos. “You may be an ambassador to England or France / You may like to gamble, you might like to dance / You may be the heavyweight champion of the world / You may be a socialite with a long string of pearls / But you’re gonna have to serve somebody, yes/ Well, it may be the devil or it may be the Lord / But you’re gonna have to serve somebody”, canta Bob Dylan en el primer disco de su trilogía cristiana. Siendo todo esto una certeza indudable, no deja de resultar asombroso que determinadas sociedades acepten mansamente el mando de gobernantes que obvian sus deseos, destruyen su bienestar y las conducen al desastre.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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