Las grandes calamidades suceden delante de nuestros ojos, pero nos resultan invisibles porque estamos demasiado cerca de las cosas como para entenderlas en su absoluta integridad. Esto es, dicho de manera condensada, lo que le ha sucedido al presidente de la Junta de Andalucía en el affaire Doñana, convertido en el primer gran tropiezo del lustro casi triunfal que lleva ocupando el Palacio de San Telmo. Esta semana, después de que su consejero y portavoz, Ramón Fernández Pacheco, se reuniera con las autoridades europeas, adelantando una semana una cita que parecía no correr prisa y súbitamente se tornó urgente, el pulso entre la Moncloa y la Junta quedó visto para sentencia.
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