Las fábulas morales forman parte de la literatura doctrinal con vocación unívoca, que es aquella que intenta limitar la capacidad del lector para pensar con libertad. Como cualquier otra pieza con espíritu propagandístico, la jerarquía que dibujan del mundo es, esencialmente, estática. Su fin además consiste en mantenerla así, disuadiendo de sus sueños a los que desean dislocar el sitio de los atrios. No es extraño que desde el Mundo Antiguo, pasando por los tiempos oscuros del Medievo, las fábulas hayan sido un carísimo instrumento del poder para predicar, bajo el ropaje retórico de lo popular, la ideología imperante. Su mensaje básico es: da igual lo que ambiciones, mejor «ni lo intentes». Así reza el irónico epitafio de Bukowski.
Las Crónicas Indígenas del viernes en El Mundo.
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