“El agua se suelta el pelo en las cáscadas”, escribió Gómez de la Serna (Ramón). “El Reverendísimo muestra el tamaño de su melena, igual que Sansón, en Doñana”. Esto último lo rubricamos nosotros. ¿Cabe interpretar de otra forma la senda (oscura) por la que se ha adentrado el signore del Quirinale en la enésima guerra (sin agua) de la mítica Argónida? No lo parece. El litigio entre San Telmo y Moncloa sobre este asunto acabará mal. Primero, para la reserva de la Biosfera donde nace nuestra Marisma, antaño paisaje mitológico del Bajo Guadalquivir y, ahora, presagio del desierto que asciende raudo desde el Sur. Y, en segundo lugar, para el Gran Laurel, que se ha situado –o lo han conducido, que también puede ser una perversa celada– en un punto de no retorno que puede apagar, de forma súbita, su estrella. Los únicos que van a salir ganando en esta contienda son los socialistas, que llevan cuatro años sin dar señales de vida inteligente y, aunque no van a recuperarla, al menos aspiran a ver cómo la luz que alumbra a su sucesor parpadea y amenaza con fundirse. No es poco, a cincuenta días escasos para el 28M.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.