La imagen pública de un alcalde se fija -para siempre- durante los seis primeros meses de su mandato. Eso es todo. Una vez cristaliza, no hay forma de modificarla. La huella que deja permanece indeleble haga lo que haga después. Juan Espadas termina 2015 -el año de su proclamación- sin proyectar una figura política excesivamente definida. La ventaja es que todavía tiene tiempo para hacerlo. La desventaja es que quizás los próximos tres años y medio no le sirvan para conseguirlo. Lo que no se hace al llegar a un sitio es raro que se consiga a posteriori.
La Noria del sábado en El Mundo.
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