No hay dos historias iguales, pero cabe la posibilidad, que se convierte en certeza si se toma un mínimo de perspectiva, de que momentos distanciados en el tiempo y con actores distintos terminen coincidiendo en su desenlace. El 2023, que termina dentro de unas horas, ha sido un año que, en términos políticos, situó a los próceres indígenas ante una paradoja: se puede perder ganando y ganar perdiendo. En los últimos doce meses hemos visto cómo la mayoría absolutísima del Gran Laurel se extendía hacia los codiciados predios municipales, para desolación de un socialismo sin rumbo y reducido a las taifas (institucionales) de las diputaciones de Jaén y Sevilla, últimas plazas de lo que llegó a ser un imperio. La rotunda victoria de la derecha en los comicios municipales de mayo –todas las capitales de provincia y seis de las ocho corporaciones provinciales– parecía confirmar que el triunfo del Reverendísimo aquel histórico 19J, producido sólo unos meses antes, no era una anécdota, sino una categoría: el ciclo conservador en el Quirinale no iba a ser un simple paréntesis.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.