No existen los géneros menores, sino los escritores incapaces. Una de las maravillas de la buena literatura –especialmente la clásica– es encontrar en el seno de la tradición, con frecuencia desconocida, libros extraordinarios que, en vez de inmortalizar gestas épicas, contar dramas sublimes o reseñar instantes históricos, se fijan en aspectos banales o vulgares de nuestra existencia. En la vida en minúsculas, tal y como la conocemos de primera mano. No son obras inmortales, pero sí tratan cuestiones universales, porque en cualquier existencia abundan más los instantes prosaicos que las epopeyas. Algunos de estos libros secretos reflejan el espíritu de su época mejor que cualquier tratado de historia. En buena medida porque versan sobre cosas minúsculas pero imperecederas –como las relaciones de méritos en busca de merced, algo así como un precedente de la prosa lisonjera–, practican la infalible técnica de los elogios en cadena o entonan elegías en contra de la diosa Fortuna. En todas las vidas que han sido y serán acontecen anagnórisis (esos giros e inesperados desenlaces del destino, los instantes en los que un héroe se precipita al vacío) pero no todas gozan de la misma buena prensa. Depende del poeta que las cante o ennoblezca.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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