La envidia, ese gran pecado español, embiste y combate a todo aquel que, aunque sea sólo por un rato, disfruta de la sonrisa de la buena ventura. Y en una guerra, que como escribiera Clausewitz no es sino la continuación de la política por otros medios, los monarcas son los primeros objetivos de la frustración de quienes les rodean. No hay más que destacar en algo para que las palmas de bienvenida y las ramas de olivo de Jerusalén se tornen lanzas. En Andalucía, donde los clarines del primer tercio de la lidia electoral resuenan ya tras reavivarse el curso político, todos los partidos velan sus armas, ya sean astilladas o con filo cortante, porque de todo hay, para someter al presidente de la Junta, que –ninguna sorpresa, a pesar de la escenografía contraria– volverá a presentarse a la reelección por segunda vez, aunque ahora sin la seguridad completa de poder agotar la que, en caso de triunfo, sería su tercera legislatura.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.