Como prescribe la Ley de Murphy –“todo lo que puede salir mal, saldrá peor”– el Año Nuevo, que a estas alturas comienza a dejar de serlo para transformarse en la rutina de los calendarios, presenta una decidida voluntad de parecerse su antecesor, momento inaugural de la nueva era de las pandemias. En cierto sentido, es natural: sólo quienes creen que el ritual del cambio de fecha supone automáticamente un giro de la suerte –el tiempo, convendría no olvidarlo, es una convención humana–, confía a estas alturas en que la simple mudanza de un dígito vaya a salvarnos de nosotros mismos. La gente sencillamente no cambia; las sociedades, aún menos. La primera afirmación conduce irremediablemente a la segunda.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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