La autonomía indígena, esa patria artificial en la que sólo creen quienes viven de ella, aunque la financiemos todos con nuestros impuestos, superó hace mucho tiempo el surrealismo, que es un universo donde lo onírico cohabita con lo real, para adentrarse en el terreno del realismo inverosímil. Hablamos, por supuesto, de esa galaxia muy, muy lejana, donde todo es ideal –da igual si gobierna el PSOE o el PP, entre los que hace tiempo que no se aprecian diferencias: ambos comparten la misma grisura– hasta que las evidencias cotidianas desmienten el cuento interesado y, de repente, el furor sentimental y patriótico de nuestros próceres se desinfla. La consejería de Educación, encomendada a Del Pozo (Patrizzia), anunciaba esta semana que, debido a la ola de calor extremo que ha hecho que el verano de la Marisma comience ya entre abril –mes sin aguas– y mayo, los alumnos de los colegios e institutos podrán irse a su casa a las doce de la mañana. A la hora del Ángelus. Mediodía.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.