Escuchar a los patriarcas del PSOE se ha convertido en lo más parecido a leer el Antiguo Testamento. La historia del pueblo elegido contada por profetas que nos advierten de los riesgos que implica separarse de la senda de la tradición. En comparación con el discurso, por denominar de alguna forma los mensajes presidenciales de Pedro I, el Insomne, que nos prometía la vacuna contra la pandemia cuando era imposible comprar una mascarilla, no es que los históricos tengan razón en sus mensajes –muchos de ellos son los primeros responsables de la degeneración de la política española–, es que al menos saben mentir con más oficio. Sánchez y los suyos son un interludio, la evidencia empírica de que en la vida (política) casi todo degenera hasta convertir en caricatura lo que antes se nos presentaba como epopeya. Por supuesto, nunca hubo tal. Las nuevas generaciones que dirigen el PSOE son herederos de un patrimonio (relativo) que repudian salvo para, como hizo la Iglesia sobre los cimientos del Imperio Romano, sustituir de forma irreversible a sus antecesores.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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