El ocho de diciembre de 1854, Giovanni María Battista Pellegrino Isidoro Mastai-Ferretti, el Papa Pío IX, último soberano de los Estados Pontificios, hizo saber urbi et orbi mediante la proclamación solemne de la encíclica Ineffabilis Deus que la Virgen María había sido concebida sin pecado original y, en consecuencia, su condición de mujer sin mácula pasaba a considerarse, a todos los efectos, uno de los principios (sagrados) del catolicismo. Desde ese mismo día todos los comienzos de diciembre se celebra la festividad de la Inmaculada y el color celeste, que identifica el dogma concepcionista, es considerado sinónimo de la pureza, la tradición y la devoción. Todas virtudes asociadas a la Virgen. De Purísima y oro se visten hasta los toreros en el Sur. Pero sin este tono azulado, sustituido por el rosa, va a tener que presentarse a su segunda reelección el presidente de Andalucía.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
