Los economistas, profetas de nuestro tiempo, vuelven a conjugar el lenguaje aciago del Apocalipsis, un código hermético y, justamente por eso, impío, mientras la agenda política se inunda con un caudal de (malas) noticias que hablan de nuevas ruinas cuando todavía no hemos salido –aunque parezca lo contrario– de los quebrantos asesinos de la pandemia. Si nadie se acuerda a estas alturas de la crisis de 2008 –aquella inmensa burbuja inmobiliaria que se transformó en un crack financiero, dejando a su paso tragedias sociales y provocando la resurrección del populismo– se debe únicamente a que desde entonces las calamidades se suceden con la misma insistencia que la lluvia. Contradiciendo el verso de Borges, las precipitaciones ya no acontecen en un pasado mágico, sino que son nuestro perpetuo presente.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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