La réplica electoral del 10N coincide en el tiempo con el calentamiento del campo de batalla por parte del independentismo, que hace unos días rebasó los límites de su particular teatro del absurdo al reivindicar –sin reparo ni empacho– una vía violenta in fieri para lograr sus objetivos, ahondando así en una batasunización que viene de lejos –todo vale, si es contra la idea de España– y augura una nueva escalada de tensión, una vez se conozca la sentencia del juicio al prusés. La apuesta por echarse definitivamente al monte, donde el nacionalismo radical ya contaba con puestos de guardia, no debería extrañar en exceso. Es, por así decirlo, una degeneración natural: quienes desean tener en monopolio el negocio la patria, entendida ésta en estrictos términos patrimoniales, no van a cejar en el intento porque les va literalmente la vida (política) en el lance.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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