A la vuelta del verano, que es nuestro infierno particular, comienza lo que los espectadores de la política, esa cofradía que profesa los mismos vicios que el cabildo de los taurinos, llaman el curso político. La etimología nos remite al latín: cursus, carrera. Es un préstamo semántico por el que no pagamos interés. Además de salirnos gratis, es exacto, porque desde la tortuosa segunda coronación de Ella, cuando el susanato nos amenazaba con la desgracia y el hambre de los hijos que no tenemos por la ausencia de una reina sancionada, no ha habido por parte de Su Peronísima Majestad iniciativa política digna de comentario, ni siquiera crítico.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
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