Este domingo el azar, que no es tal, nos trajo la confirmación de lo que lleva meses cocinándose –entre bambalinas– entre el Gobierno (en minoría) y sus socios parlamentarios. Cartas iban y venían entre Moncloa y Sant Jaume, igual que en la copla, pero las misivas no son precisamente de amor verdadero, sino propuestas explícitas de sexo interesado. Directas y al grano. Aquí pueden escandalizarse los beatos, si gustan. Nosotros no hacemos juicios morales. Simplemente constatamos hechos. La cosa, siendo grave, no requiere sin embargo ponerse estupendos. Basta con analizarla con frialdad. La Vanguardia traía ayer una interviú, replicada por las agencias de noticias, con la vicepresidenta, Carmen Calvo Poyato, incluyendo un posado de sofá casual, que era todo menos natural, donde la política cordobesa, famosa por sus hazañas al frente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en los gobiernos de Manuel Chaves, que después amplificó con indudable éxito de público (no así de crítica) durante su ministerio (con perdón) en la etapa de ZP, opina generosamente sobre la prisión preventiva de los hacedores del prusés.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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