Es una lástima (o quizás no tanto), pero los últimos acontecimientos vienen a darnos la razón –disculpen ustedes, queridos indígenas, la inmodestia de los columnistas– cuando afirmamos que el Reverendísimo huye del reformismo como del diablo. Es así. No sólo no es el Papa (sentimos romper algún cuore) sino que tampoco es infalible. De hecho, el Gran Laurel de la Marisma, al que llaman para que ayude a los candidatos del PP en Madrid y en Cataluña con vistas al 28M, desmiente al divino Virgilio, el poeta, cuando en la Eneida asegura que la fortuna sonríe a los hombres osados: Audentes Fortuna iuvat. No es su caso, por mucho que los heraldos –esa comandita– canten (prescindiendo de los hexámetros) sus grandes gestas. La baraka no es infinita y el optimismo crónico de San Telmo no anula la ley de la gravedad. Al Signori del Quirinale le ha ido –hasta ahora– muy bien porque no ha sido nada osado, sino conservador, sonriente y alérgico a cualquier cambio que no sea cosmético. Parece que este generoso viento de cola ha comenzado a cambiar en los últimos tiempos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.