La legislatura indígena, que es el retablillo que cada semana programan en el teatro de variedades de las Cinque Piaghe, ha mudado de acto tras la investidura, indigna pero legal, del Insomne. Si durante un lustro ha sido básicamente una comedia sustentada en litros de escabeche y simpatía –el Gran Laurel se ha esmerado en convertirse en un simpático señor de derechas, igual el actor Arturo Fernández, aunque no llame chatinas a las señoras–, la nueva puesta en escena orienta a los personajes hacia el melodrama, que es el género (dramático) donde todo el mundo te cuenta su vida, mientras la república rebosa de sensiblería y llantos. Vista la sesión de control de esta semana, queda claro que el próximo tramo de la legislatura va a consistir en que unos y otros estarán todo el rato haciéndose las víctimas, igual que los escolares que, ante su incapacidad, alegan que el profesor les tiene manía. Los socialistas no han sabido encontrar otro cobijo a mano más que el victimismo –democrático, por supuesto– de presentarse como políticos hostigados por sus ideas por una violenta horda de totalitarios y nostálgicos del franquismo. La cosa es curiosa porque se trata exactamente del mismo mensaje que los independentistas les han obligado a firmar en el infame pacto de Bruselas.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.