El diablo a veces se disfraza de hombre de paz. Lo escribió Dylandécadas antes del Nobel. La frase tiene un hermoso aire bíblico, casi profético. Es exacta. Sobre todo si vamos a hablar del populismo. Los dos grandes partidos que heredaron el espíritu de la Santa Transición –el bipartidismo ha mutado últimamente en un partido único bipolar, con dos cabezas– llevan meses arrojando el término, con toda su carga semántica, en su acepción más despectiva, contra los jacobinos de Podemos, en quienes aprecian los males de la demagogia posmoderna. No les falta razón, pero en nuestros particulares pagos patrióticos el populismo es una costumbre antigua. Como mínimo, la sufrimos desde el siglo XIX, cuya convulsa historia explica, con las lógicas variantes de tiempo y espacio, muchos acontecimientos actuales.
Los Aguafuertes de los lunes en Crónica Global.
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