La política posmoderna, a fuerza de relativizar los hechos en su propio beneficio, ha reducido el viejo principio del zoon politikón de Aristóteles –el ser humano es un animal cívico, hecho para vivir en sociedad– a la conjugación de dos verbos: querer y poder. Bienvenidos al mundo de los simples, que ha desterrado del escenario compartido la única acción que garantiza el progreso: el saber. Vivimos en un mundo donde el conocimiento nunca ha sido más accesible que ahora, gracias a la tecnología de internet, y sin embargo, cada vez es más difícil encontrar en la plaza pública –eso que los griegos llamaban ágora– a gobernantes que se atrevan a pensar por sí mismos y sepan argumentar lo que hacen. La fascinación que están provocando los primeros prototipos de inteligencia digital –un negocio inspirado en la célebre frase de Unamuno: “Que inventen ellos”– oculta un reverso tenebroso. No existe el progreso, ni tampoco es posible la modernidad, si uno renuncia a pensar con autonomía.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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