El concepto que una sociedad tiene del placer indica su verdadero grado de civilización. Para la moral cristiana, especialmente si es carnal, el placer se identifica con la noción del pecado. El paganismo antiguo, en cambio, se relaciona con lo placentero con una lógica ambivalente que puede ser tanto hedonista como estoica. Lo que la doctrina católica viene calificando secularmente como depravaciones, en el mundo clásico eran fenómenos naturales, lo cual no significa que fueran necesariamente nobles. Las prácticas obscenas son juegos que, rebasados ciertos límites, se convierten en atentados a la dignidad. Siendo muestras de humanidad excesiva, los antiguos las consideraban faltas de respeto cometidas contra uno mismo. Esto es lo que dicen las teorías culturales, esas construcciones intelectuales que explican –siempre a posteriori– casi todos los vicios universales.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
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