Los atentados de Barcelona y Cambrils son la variante posmoderna de los crímenes nihilistas que Dostoievski situó en el corazón de algunas de sus grandes novelas, las mejores que existen para entender las sombras últimas del alma humana. Al contrario que cualquier suicida atormentado, que se da muerte a sí mismo en solitario, ejerciendo un último acto de voluntad, los yihadistas casi adolescentes que han aterrorizado estos días a Cataluña eligieron matar de forma comunal, indiscriminada, azarosa y banal. Con la misma normalidad que hacemos un chiste. La trivialidad ante el dolor ajeno es uno de los múltiples rostros del espanto. Y probablemente sea además el factor diferencial que convierte en pavorosa esta desgracia colectiva en la que, como era de esperar, la manipulación política hizo acto de presencia desde el primer momento, dando mucha más relevancia pública a los atributos del patético orgullo patriótico de los nacionalistas que al dolor infinito de las víctimas.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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