Bajo la geografía provincial, la costa de Andalucía esconde la forma (secreta) de una cruz de planta griega. Basta contemplar un mapa antiguo, uno de esos venerables grabados que hacían los artesanos que empezaron a trabajar con la imprenta, para entender la razón por la cual en la España meridional –y en concreto en el espacio que se extiende a ambos lados del Estrecho de Gibraltar, tanto hacia el Este como en dirección al Oeste– convergen desde hace años las rutas de la droga que van camino de Europa del Norte: Amberes, Rotterdam o Hamburgo. Tarifa es el pie figurado de esta cruceta real e imaginaria. Sanlúcar, en la desembocadura del Guadalquivir que separa Cádiz de Huelva, es el brazo occidental del aspa; la Costa del Sol funciona como su extensión oriental. La cabeza de la cruz se situaría en la zona de influencia ubicada alrededor de Sevilla, la estación término de los antiguos galeones americanos. Después de los mapas vienen las palabras. Toda cultura comienza con la creación de un diccionario. Los contrabandistas del Sur hace décadas usan su propio léxico: gomas (lanchas rápidas), vuelcos (robos entre bandas), bultos (fardos de hachís), alijar (transportar droga), bosquimanos (los porteadores que recogen el costo en las playas), guarderías (almacenes), latas (pequeñas embarcaciones que recolectan los fardos de droga lanzados en alta mar) o puntos (los vigías a sueldo que controlan los movimientos policiales desde motocicletas).
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.