Óscar Wilde, que sabía mucho sobre la liturgia de los simulacros sociales, decía que la mayoría de las personas que se creen extremadamente originales no lo son. Sus pensamientos, en realidad, proceden de otros; han construido sus opiniones sobre los juicios ajenos; su vida es un ejercicio de emulación y hasta las pasiones, nuestros vicios más íntimos y sagrados, no son sino una mera cita a pie de página de un texto mayor. También le ocurre a las organizaciones políticas. La Noria del sábado en El Mundo.
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