La honda devoción que mueve a los monárquicos, esos animales mitológicos que en España nunca fueron demasiados y últimamente cada vez son menos, es una aspiración irracional. Por mucho que defiendan a la monarquía como un sistema ideal, la realidad se encarga, con obstinación mayúscula, de convertir este deseo en un desengaño recurrente que no tiene ni el magro consuelo de la melancolía. La segunda regularización fiscal del rey emérito, por importe de 4,4 millones de euros, hecha pública hace unos días por sus abogados, lo evidencia. Al mismo tiempo, pone en crisis cualquier opción seria de reforma integral de la institución desde dentro. Y, lejos de facilitar el camino para un posible regreso, salvo citación sobrevenida de la Fiscalía, aleja el retorno en el calendario. Probablemente para siempre.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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