Los socialistas andaluces están muertos. Ellos lo saben perfectamente, pero han optado, igual que sucede con los fantasmas en los relatos Henry James, por ignorar su propio deceso –que tiene también mucho de suicidio– con la esperanza (vana) de que algún día acontezca un milagro e, igual que el Lázaro bíblico, salgan del sepulcro. Haría falta un mesías, pero su venida puede demorarse tanto –o más– que la del Dios hebreo. El borrado de la sentencia de los ERE consumado por el Constitucional, con el que sus dirigentes pretendían recuperar la autoestima y cerrar la vía crítica abierta tras las elecciones europeas –tras los fracasos previos en los comicios autonómicos, municipales y generales–, ha provocado una aceleración de los movimientos internos en contra de su secretario general, el senador Juan Espadas. No es ni de lejos lo peor. El pacto entre el PSC y ERC en Cataluña, que pretende arrinconar a Puigdemont pero también sobrepasa los límites estatutarios, al otorgar al Govern todos los impuestos estatales, aboca al resto de autonomías a una merma de fondos que repercutirá en sus servicios asistenciales y sitúa a los jerarcas del PSOE andaluz en una situación imposible.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.