Mark Twain, el periodista norteamericano, decía que los seres humanos son como la luna: siempre mantienen un lado oscuro en penumbra. En política, sin embargo, este misterio de las sombras se desvela pronto: en cuanto un gobernante llega al mando -el poder es otra cosa- saca de su interior su verdadera condición íntima. Walter Benjamin nos enseñó a partir de Heráclito que carácter es lo mismo que destino. Lo que muchos no han aprendido aún es que en la política posmoderna, que se parece mucho a la antigua, la personalidad condiciona la carrera.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
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