Las elecciones del domingo, donde los líderes de los partidos políticos se lo juegan casi todo, aunque cada uno de manera diferente, igual que en la novela de Tolstoi, presentan su mayor incógnita no tanto en quién será el ganador –porque la mayoría parlamentaria volverá a depender, salvo sorpresa mayúscula, de los pactos–, sino en cómo se traducirá, desde el punto de vista electoral, el cabreo infinito que provoca la deriva de la vida pública española, encerrada –y sin salida aparente– en sus obstinados ritornellos. Más que unas elecciones generales, el 10N es la fecha del plebiscito definitivo sobre el experimento Sánchez, que puede salir malherido del trance que él mismo ha provocado. La campaña, desde luego, es fútil: lo que se va a dirimir en las urnas son los intereses y aspiraciones personales de los políticos, no los problemas de una sociedad que sigue abierta en canal por cuestiones (capitales) de las que nadie se ocupa.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
Deja una respuesta