La principal incógnita de la inminente sentencia del Supremo sobre el prusés, cuyo contenido conoceremos dentro de unos días, no es realmente la decisión judicial sobre la culpabilidad de los políticos independentistas que han sido encausados por violar la Constitución, bajo cuyo amparo ejercían sus magistraturas institucionales, sino si este fallo supondrá el penúltimo acto –damos por seguro que el postrero será el recurso ante Estrasburgo– de esta interminable tragicomedia que tiene paralizada la política española desde hace un lustro. Los indepes, con su proverbial sentido del narcisismo, ese sentimiento que les induce a creer que todo el orbe está pendiente de lo que les pueda suceder, aspiran a revivir la gigantesca algarada del 1 de Octubre con una gran marcha sobre Barcelona inspirada en los característicos rituales del temprano fascismo italiano. Así debe entenderse la última llamada –¿a la desesperada?– a la desobediencia civil de Torra y el régimen de intereses que componen las distintas marcas políticas separatistas, que compiten entre sí para recoger las peras del olmo pero nunca sacuden sus ramas directamente para evitar las consecuencias de su rebelión Chanel.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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