Una de las herencias sentimentales de la Santa Transición es la sublimación, con frecuencia interesada, del consenso, la apelación al diálogo y cierta recurrencia –sospechosa– a hablar de ese hermoso concepto que (todavía) llamamos concordia. Todos nuestros próceres hablan mucho de estas cosas, pero es raro, casi un perro verde, aquel que la practica sin hacerse trampas al solitario. Es de sentido común que en cualquier sociedad –incluso en la Marisma– lograr cosas mediante la concertación es bastante más útil –a la larga– que a través de la imposición. Pero, como todas las prácticas humanas, no podemos elevar el ideal a categoría real si los resultados de este método de gobierno son estériles. La forma no hace el fondo. El Quirinale lleva varios meses apelando a la vía andaluza como fórmula de comportamiento en política. ¿En qué consiste? Según San Telmo, en una manera de ir por la vida política que, sin eludir el desacuerdo, sea capaz de obtener frutos del diálogo institucional. Bellissimo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.