Existen tantas formas de contar el decurso de una vida, esa extraña pausa que acontece entre dos paréntesis atroces, como maneras diferentes de vivir. Cada una de ellas es distinta y todas, sin excepción, salvo por la combinación concreta de sus variantes, igual que sucede con la genética, responden al mismo principio. La lógica de vivir, que es un sinsentido milagroso, posee una naturaleza ecuménica donde cohabitan, atropellándose, los mismos sentimientos básicos: esperanzas con frustración, dicha y dolor, ansiedad más nostalgia.Escribir acerca de este pasado personal –el único patrimonio que depara la costumbre de cumplir años– tiene bastante de despeñamiento: se mira hacia atrás desde un punto fijo y, además del asombro y el pasmo ante la fugacidad del tiempo, lo que uno encuentra –o cree ver– es un inconsciente relato de ficción donde somos los autores y los protagonistas. Aunque en la historia nos acompañen otros personajes colaterales, todos son secundarios. Seguramente estos episodios, como las cuentas de un rosario, duras y diminutas, respondan a la realidad –de nuestra mente–, pero tal impresión no garantiza su exactitud. Nuestro cuento puede parecernos fiel y exacto, pero el de cualquier semejante será divergente.
Las Disidencias en Letra Global.
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