La balcanización de las mentes conduce, irremediablemente, a la destrucción de la concordia, ese fruto inexistente en nuestra vida política. Las vísperas del 21D, que debería ser un día normal, han estado marcadas por intensos tambores de guerra. Procedentes en primer lugar de los independentistas batasunos, encerrados en una espiral demencial que terminará devorando al propio movimiento separatista. Y avivadas en segundo término por Torra y Cía con la generosa gasolina del delirio tribal y el ayuno victimista. Cabría preguntarse si existen diferencias entre ambas orillas o son básicamente la misma. La apariencia dice que se trata de hermanos siameses, unidos a la manera vasca: unos agitan el árbol; otros recogen las nueces. Pero también hay quien piensa que en realidad se trata de otro fenómeno distinto: las llamadas bases podrían haber desbordado definitivamente los diques (permeables) con los que sus intermediarios sustentaban su poder de embajadores de la causa, independizándose de los independentistas oficiales. Toda una paradoja.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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