Las estadísticas son la religión de nuestro tiempo. Al contrario que las creencias antiguas, basadas en la fe ciega, aspiran a ser exactas –formalmente lo son, aunque su veracidad es un asunto discutible– y no tienen oídos ni aceptan las plegarias de quienes las padecen. Son frías cifras sin alma. La pasada semana, mientras las procesiones cercaban las ciudades del sur, entregadas a tradiciones tribales como la familia y el costumbrismo más dudoso, dos informes hicieron resonar, frente a las cornetas y a los tambores que acompañan a los crucificados, el drama que está convirtiendo a España en un país en proceso de derribo.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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