La cosa va quedando meridianamente clara. La debilidad de la democracia española, destruida tras décadas de corrupción, relativismo político, aldeanismo supremo y cesarismo partidario, parece haber entrado en una fase de no retorno después de que los socialistas se hayan entregado, sin el más mínimo empacho, en brazos del populismo (que siempre es soberanista) y los nacionalismos periféricos, que amplifican su ofensiva contra la Corona en pleno Apocalipsis por la pandemia. Justo en el instante más frágil que vive en décadas la primera institución del Estado, cuyo descrédito se debe a los actos de su anterior titular, desdibujado ahora en un exilio dorado del que no da cuenta a nadie. Si algo podía salir mal, ya estamos en la dirección adecuada para alcanzar el precipicio.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
Deja una respuesta