No existe mejor propaganda que el arte. Aunque los politólogos y demás especies de las ciencias sociales no lleguen ni siquiera a sospecharlo, la publicidad interesada hecha en favor del poder –y también en beneficio de su contrario– nacen al mismo tiempo que la gran poesía, a la que desde el siglo XVIII alguien, maldita sea, cometió el error de empezar a denominar con el término literatura. Mentir es uno de los rasgos propios del ser humano. Pero hacerlo además con eficacia y hasta con belleza es un auténtico acto creativo. La diferencia con respecto a los tiempos actuales, en los que a esta misma práctica se le da el nombre eufemístico de comunicación institucional, es que mientras el arte es eterno, la propaganda es básicamente efímera. Envejece mal. Al contrario que el arte.
Las Disidencias del martes en #LetraGlobal
Deja una respuesta