“El hombre, en todas partes, es enemigo innato de la mentira”. Lo escribió Thomas Carlyle (1795-1881), epítome del ensayismo romántico, en su famoso tratado Sobre los héroes (Athenaica), publicado en 1841 a partir de seis conferencias dedicadas a la materia heroica que versan sobre dioses, profetas, poetas, sacerdotes, reyes y revolucionarios. Sin embargo, la historia cultural de la humanidad es un largo trayecto cuyas estaciones esenciales delimitan una nutrida colección de ilustres falsedades, llámense religión –la invención trascendente–, arte –la creación artificial– o política, que es la administración de un poder que, aunque se ejerza y mantenga mediante la violencia, no deja de estar basado en una convicción ficcional, como formula el antropólogo Marvin Harris en su opúsculo Jefes, cabecillas y abusones (Alianza): “Cuando un cabecilla da una orden, no dispone de medios físicos certeros para castigar a aquellos que le desobedecen. Si quiere mantener su puesto, dará pocas órdenes”. La contención, lo dice la experiencia, no siempre es uno de los rasgos del poder, que tiende a prescindir de la prudencia de los sabios para ejercer el absolutismo de los que se creen infalibles.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
Deja una respuesta