Cuenta Cervantes en el prólogo de la segunda parte del Quijote que en Sevilla había un loco que, además de ejercer dicha estirpe, que en estos pagos meridionales es generosa y poblada, dedicaba el día a inflar a los perros por la puerta trasera, utilizando un canuto por el que soplaba con tal entusiasmo que conseguía convertir a los canes callejeros en pelotas redondas.
La Noria del sábado en El Mundo.
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