El día que Pedro Sánchez, a cuenta del célebre decreto de ahorro de energía, aseguró con rotundidad que en España “la ley se cumple” no estaba haciendo una defensa del Estado de Derecho, en el que nadie puede ni debe situarse por encima de las normas sancionadas, sino postulando una equivalencia exacta entre su voluntad y el interés general. El presidente del Gobierno, que vive su particular ocaso en España al mismo tiempo que intenta trabajarse una salida futura en Europa, aunque ambas cosas estén sucediendo a cámara muy lenta, siempre juega a corto. Esto explica que un día diga una cosa –“no se pueden bajar los impuestos”– y al siguiente haga justo lo opuesto, como reducir el IVA del gas. El problema no es tanto su falta de criterio –cuando el interés inmediato entra por la puerta el sentido común suele salir por la ventana– como el daño que provocan estas dislocaciones.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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