No dudamos que Miquel Iceta, el jefe del PSC, tiene su particular cofradía de devotos y a sus incondicionales. Sin duda, es un político popular –dicho sea con perdón– que acostumbra en cada cita electoral a llamar la atención, bien sea bailando la conga o, en su defecto, proponiendo algunas ideas peregrinas –pensar es un ejercicio de síntesis, dijo alguien– que, con bastante frecuencia, quedan más cerca de las posiciones de lo que podríamos llamar el nacionalismo con cabello de ángel que de una ideología realmente socialdemócrata.En realidad, la singularidad de Iceta consiste en ser Iceta. Esto es: alguien que insiste en desmarcarse de la posición oficial de su partido –que de puertas adentro admite excepciones a casi todo– con la coartada recurrente de que en Cataluña existe un hecho político diferencial que, por mucho que se enuncie y se formule como un dogma indiscutible, nosotros no vemos por ningún sitio. Ni de lejos, ni de cerca.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.
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