Ida Vitale es, según aquellos que han tenido la fortuna de conocerla, una anciana encantadora. Hubo un tiempo en el que fue una mujer misteriosa: pelo negrísimo, una nariz prominente pero armónica, y todo el encanto de esos seres elegantes y cultivados gracias a las lecturas y a las conversaciones compartidas que hicieron del Uruguay –su país– y de Montevideo –su ciudad– una maravillosa, y por desgracia efímera, Suiza en Sudamérica. La lluvia austral y los años transformaron su aspecto, pero no cambiaron su obstinada vocación poética, que ahora, tras más de siete décadas de ejercicio, se ha visto recompensada con el Cervantes, el mayor de los galardones literarios en español. Vitale, sin embargo, continúa siendo un enigma para muchos lectores de poesía, esa rara cofradía de elegidos. Básicamente porque en España se la editó relativamente tarde y los libros de versos, ya se sabe, tienen una circulación limitada y una venta aún más discreta.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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