Antonio de Guevara, ilustre ensayista del Renacimiento, decía que en las cortes –léase en las ciudades, que era donde los reyes solían instalarse– “todos dicen haremos pero ninguno dice hagamos”. Muchas promesas, pero escasos resultados. Lo recordaba al ver las imágenes de los agricultores de Don Benito (Badajoz) en pie de guerra contra el Gobierno tras conocer la última subida del salario mínimo, que encarecerá (por decreto) los costes de producción de un sinfín de explotaciones agrícolas cuyos dueños, en vez de resignarse ante lo que algunos llaman la globalización –un sistema económico regido por la desigualdad y la ley del más fuerte–, se han levantado, igual que los ancestrales comuneros castellanos, en demanda de una regulaciónmás justa de la cadena de distribución comercial que vende sus productos. Se trata de una guerra imprevista que nadie, al parecer, esperaba, pero que va a condicionar el arranque de esta legislatura de las virtudes, dominada –de momento– por una constelación de fuerzas políticas (PSOE, Podemos e independentistas) que pretenden implantar de factoun nuevo régimen político en España, saltándose las exigencias de los procesos constituyentes. Con nocturnidad y alevosía.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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