Lo explica Borges en ‘Deutsches Requiem’, uno de los relatos de El Aleph: “Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde su nacimiento hasta su muerte, han sido prefijados por él”. Dicho de otra manera: somos los únicos autores –voluntarios o involuntarios– de nuestras negligencias y humillaciones, de igual manera que consideramos nuestras victorias un monopolio. La idea tiene ventajas: vacuna y previene contra el victimismo, una de las grandes aficiones (sociales y políticas) de nuestra era. Aunque en Andalucía los dos grandes partidos políticos huyan, aunque de forma divergente, de practicar este ejercicio de realismo.
El PP y el PSOE son los responsables históricos de las carencias regionales, pero suelen culpar de ellas a las circunstancias, a los adversarios y a los compañeros de partido. De esta impotencia colegiada cabe decir lo que Tolstói sobre la infelicidad familiar: tanto la derecha como la (pseudo)izquierda meridional son incapaces, al margen de las apariencias y de los espejismos (electorales) de lograr sus objetivos, pero cada una lo es de una manera diferente. Los socialistas, que han gobernado 36 años, acaban de perder sus cuartas elecciones después de las autonómicas, las municipales y las generales. El magro resultado en las europeas ha provocado que se oigan por primera vez en público voces muy críticas contra Juan Espadas, el Adelantado de Ferraz en Andalucía.
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