El escritor Léon Bloy, maestro indudable en el arte de la injuria y practicante consumado de la retórica incendiaria, esa forma secreta de artesanía verbal, decía que “en la vida existe una única tristeza: la de no ser santos”. Una meditación llena de realismo (que además tiene el detalle de prescindir de la insufrible melancolía) sobre la verdadera condición humana. Algo que parece imposible de hacer en la correosa política española, marcada en los últimos días por el espejismo de la bondad gubernamental que ha conducido a la liberación arbitraria de los presos del procés, los políticos catalanes que –a sabiendas– conculcaron los derechos constitucionales de todos –incluidos buena parte de los catalanes– con la inequívoca voluntad de imponer sus dogmas políticos. Sin mayoría, sin competencias y sin razón.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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