Oscar Wilde sostenía –contra los biempensantes de su tiempo– que en las cuestiones de amor, por las que el escritor irlandés sufrió prisión y destierro, una negociación consiste básicamente en que uno de los dos amantes (aquel que quiere mantener el vínculo con el otro) se eche la culpa a sí mismo de todo. Una actitud que, en política, recuerda a los juicios sumarísimos de los grandes totalitarismos, donde los acusados confiesan sus pecados con una pasmosidad tan impostada que terminan rogando que les impongan la condena. No sabemos si las negociaciones entre los socialistas y los independentistas –facción ERC–, que esta semana marcarán la agenda política española, tendrán este mismo formato, pero parece poco probable. Los republicanos no aceptan el fracaso del prusés y el PSOE no digiere el chasco del 10N.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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