Los géneros literarios componen una suerte de gramática sobre el género humano. Son una manera de mirarnos a nosotros mismos. Esta condición universal explica que, igual que el propio concepto de cultura, no importe mucho dónde y cuándo se hayan inventado. Lo trascendente es si son eficaces para retratar el alma humana. En un contexto en el que algunos –sobre todo los autores que la industria editorial nos presenta como hallazgos cósmicos que unas páginas después se tornan decepciones– creen que la literatura consiste en denunciar injusticias de género o verter sus nimiedades bajo la socorrida etiqueta de novela, Javier Cercas, que desde Soldados de Salamina goza de la popularidad del verdadero prestigio, opuesta a la que procede únicamente de los índices de ventas, ha tenido el arrojo de dar un cambio a su trayectoria para regresar al sitio de donde venía, que no es otro que la tradición literaria, aunque no entendida desde el punto de vista académico –sus años como profesor universitario quedan ya lejos–, sino estrictamente creativo.
Las Disidencias en #LetraGlobal.
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